El “buen conocimiento”, el conocimiento
superior, convierte al hombre en un ser
superior, capaz de abarcarlo todo con una sola
mirada.
La muerte se antoja para el ser humano como esa
insoportable incertidumbre suscitada por el no-
estar. Esa asfixiante sensación de vacío infinito
que acaba con nuestra actividad neuronal en una
nebulosa impenetrable; una incógnita que
enfrenta el raciocinio a la naturaleza finita del
hombre; la locura de augurar qué seremos
cuando dejemos de existir, cuando el pensamiento
se extinga y el físico se corrompa. Todo
desemboca en un implacable agujero negro
colmado de preguntas sin respuestas que han
originado una heterogénea pléyade de religiones,
doctrinas, saberes paranormales,
fundamentalismos y vendedores de certezas
autocomplacientes. ¿Qué hay más allá de la
vida?
Ahí radica la cuestión.
Cual efímera mariposa, nacemos, crecemos, en la
mayoría de los casos, felices, y nos convertimos
en hombres y mujeres, dejando atrás la infancia y
adolescencia, y cabalgamos sin descanso hacia el
declive, dejando a nuestro paso, todo aquello que
hicimos y que sin duda alguna, dejó huella en
todos y cada uno de los seres que pasaron por
nuestras vidas.
"eso a mi no me va a pasar", nos decimos, pero
no estamos libres de nada y todo puede pasar en
una décima de segundo, te cambia la vida, te
hunde en un pozo sin fondo, o por el contrario te
convierte en el ser mas feliz que pisa la faz de la
tierra, así es la vida, altibajos continuos, que los
esquivamos la mayoría de las veces,
pero otras nos pilla de lleno y nos da un golpe del
que nos cuesta levantarnos.
Pero ya decía el sabio:
NO HAY MAL QUE CIEN AÑOS DURE.
NI CUERPO QUE LO SOPORTE. (AÑADO YO)
Resulta ilógico que, si realmente estamos
convencidos de la idea de lo que supone la
muerte, ese paso deberíamos verlo como algo
positivo y por lo tanto no asustarnos sino todo lo
contrario, debería ser una liberación.
Sin embargo hasta los más creyentes, aquellos
que llevan vidas realmente difíciles y duras o
cuyo cuerpo está tan deteriorado que no se puede
ni sostener parecen aferrarse a esta vida y a ese
cuerpo hasta el último momento.
El miedo a la muerte tiene mucho que ver con el
miedo al cambio, si he vivido una vida en la que
no quería cambiar ni un clip de su sitio y me he
mantenido en la rutina constantemente aceptando
todo tipo de situaciones que me estaban
perjudicando con tal de que nada cambie ¿ que
puedo pensar de la muerte que es el máximo
cambio que me puede pasar?
La inseguridad ante el cambio se intensifica al
pensar en la muerte, si un cambio de domicilio
está considerado como una de las tres situaciones
que más stress generan, ¿qué puede producir el
no saber exactamente donde voy a residir?
Porque si ya hemos pasado por esa puerta lo
cierto es que no lo recordamos y no estamos
seguros de llevar la llave adecuada encima,
¡como si pudiéramos quedarnos a las puertas!
El miedo a la muerte, como todos los miedos
puede llegar a condicionar nuestra vida, a
impedir que la vivamos plenamente y disfrutemos
de lo que queremos, ese miedo puede incluso
llevarnos donde no queríamos ir.
Resistirnos a acudir al médico a revisarnos por si
nos encuentran algo o a realizarnos una
operación necesaria por miedo a morir en
el quirógrafo puede suponer que la enfermedad
que podría tratarse a tiempo se agrave hasta que
ya no haya tratamiento posible.
No resulta fácil liberarse del miedo pero conviene
recordar que lo más difícil es vivir la vida y que
lo mejor que podemos hacer es realizar aquellas
actividades que nos apetecen y nos dan ilusión
porque así podremos llegar al final sabiendo que
nuestra vida ha sido plena y no pasar de puntillas
por el mundo por miedo porque eso realmente es
medio vivir.
No sirve de nada dejar de hacer cosas por si la
muerte nos alcanza porque realmente llega
cuando tiene que llegar y de nada nos sirve huir
de ella.. Sucede como en el cuento del hombre
que se encontró con la muerte en una ciudad y
corrió para huir de ella al desierto hasta una
cueva y cuando llegó la noche se le presento La
Muerte que le dijo: “Me sorprendió verte esta
mañana en la ciudad sabiendo que ibas a morir
en una cueva en el desierto.
convencidos de la idea de lo que supone la
muerte, ese paso deberíamos verlo como algo
positivo y por lo tanto no asustarnos sino todo lo
contrario, debería ser una liberación.
Sin embargo hasta los más creyentes, aquellos
que llevan vidas realmente difíciles y duras o
cuyo cuerpo está tan deteriorado que no se puede
ni sostener parecen aferrarse a esta vida y a ese
cuerpo hasta el último momento.
El miedo a la muerte tiene mucho que ver con el
miedo al cambio, si he vivido una vida en la que
no quería cambiar ni un clip de su sitio y me he
mantenido en la rutina constantemente aceptando
todo tipo de situaciones que me estaban
perjudicando con tal de que nada cambie ¿ que
puedo pensar de la muerte que es el máximo
cambio que me puede pasar?
La inseguridad ante el cambio se intensifica al
pensar en la muerte, si un cambio de domicilio
está considerado como una de las tres situaciones
que más stress generan, ¿qué puede producir el
no saber exactamente donde voy a residir?
Porque si ya hemos pasado por esa puerta lo
cierto es que no lo recordamos y no estamos
seguros de llevar la llave adecuada encima,
¡como si pudiéramos quedarnos a las puertas!
El miedo a la muerte, como todos los miedos
puede llegar a condicionar nuestra vida, a
impedir que la vivamos plenamente y disfrutemos
de lo que queremos, ese miedo puede incluso
llevarnos donde no queríamos ir.
Resistirnos a acudir al médico a revisarnos por si
nos encuentran algo o a realizarnos una
operación necesaria por miedo a morir en
el quirógrafo puede suponer que la enfermedad
que podría tratarse a tiempo se agrave hasta que
ya no haya tratamiento posible.
No resulta fácil liberarse del miedo pero conviene
recordar que lo más difícil es vivir la vida y que
lo mejor que podemos hacer es realizar aquellas
actividades que nos apetecen y nos dan ilusión
porque así podremos llegar al final sabiendo que
nuestra vida ha sido plena y no pasar de puntillas
por el mundo por miedo porque eso realmente es
medio vivir.
No sirve de nada dejar de hacer cosas por si la
muerte nos alcanza porque realmente llega
cuando tiene que llegar y de nada nos sirve huir
de ella.. Sucede como en el cuento del hombre
que se encontró con la muerte en una ciudad y
corrió para huir de ella al desierto hasta una
cueva y cuando llegó la noche se le presento La
Muerte que le dijo: “Me sorprendió verte esta
mañana en la ciudad sabiendo que ibas a morir
en una cueva en el desierto.
Reflexiones aparte, la vida, hay que vivirla como
si hoy fuese el ultimo día, disfrutar de todo y de
todos, reír mucho, que ya bastante lloramos, pero
sobre todo, intentar ser felices, pues
así, haremos un poco mas felices a los que nos
rodean.
Y para acabar, un frase que leí no se donde, pero que me hace mucha gracia:
YO, no es que tenga miedo a morir, no,
solo que no quiero estar allí cuando pase.
LA HORA FINAL.
Sera así amiga: Un cierto día estando nosotros
contemplando el horizonte, sentiremos en el
rostro de repente el suave viento de una brisa fría.
Tú me miraras silenciosamente, yo te mirare
también con nostalgia, y partiremos tontos de
poesía, para atravesar la entreabierta puerta al
frente.
Al traspasar las fronteras del miedo, yo calmado
te diré:- no tengas miedo, y tú tranquila me dirás
se fuerte.
Y como dos antiguos enamorados nocturnamente
tristes y enlazados, entraremos juntos a los
jardines de la Muerte.
2 comentarios:
bueno,bruji como siempre muy bueno,pero hija te has puesto demasiado trascendental ,te ha faltado un pequeño pensamiento positivo,aunque sea al final,ya que segun iba leyendo me iba acongojando mas por favor,que miedito jeje,pero que nada que ha estado muy bien felicitarte una vez mas.
Preciosa entrada sobre esa hermosa Dama negra...a mi no me asusta la muerte para nada, la veo una liberación, lo que me da miedo es el dolor...en fin me ha encantado amiga, besitos.
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